28.8.11


Vuelta a ver el paisaje que quedaba atrás todo pareció helado y diferente, tan ajeno como tu mirada de despedida, tan extraviado como el camino que ya transitaba hacia ese futuro que nada tenía que ver con lo que habíamos soñado, con lo que nos habíamos prometido.
No fue un adiós definitivo, no fue dicho lo que estaba ya en el aire, pero recorrí la senda de salida con la certeza pulsando en mí de que ese espejo de tus ojos ya no transmitiría, ni en luces ni en sombras, mi reflejo.

25.2.11





Notas sueltas 3


Me encontré hace un momento pensando en la muerte.

No es que todo el tiempo pase por este tópico, pero si lo hago bastante seguido.

Será que está allí donde uno posa la mirada en el diario vivir.

No quiero ofrecer aires de superación ni una imagen estoica de mi persona respecto a este tema. Lo contrario, tal vez. Me cubre la misma fragilidad que a cualquier ser capaz de generar empatía o afecto con el afuera.

El tema es que pensaba en la muerte y puntualmente en esa particular habilidad que tiene de hagarrarnos de sorpresa, con los calzones siempre bajos.

Esa maldita destreza de tatuarnos en el rostro una expresión algo estúpida e inmóvil. Una expresión mezcla de pasmo y fascinación, de estupor y asombro.

Ninguna muerte, ni la piadosa con aires de diva que siempre se hace rogar, ni la cruel ni la distraída que te ataja en una esquina como diciendo ¨ vi luz y subí ¨, ninguna se exime de entregarnos ese toque que nos deja dando vueltas sobre nuestro propio eje, como un trompo destinado inexorablemente a estrellarse contra el piso.

La conmoción y la congoja vienen después, quizás segundos después, pero siempre durante un instante, o días, o años, quedamos catatónicos, sin entender del todo todavía el efecto que su paso ha dejado ya instalado, cual bomba de tiempo, en la realidad, en nuestra vida y en los corazones.


25.1.11


¿Cuál es la salida?
¿De que caminos repetidos e inútiles queremos escindirnos?
Esta sensación vacía en qué transito y me transitan, esta superficie brillante que ciega y enraíza sin pudores.
¿Cuál es la salida del silencio opresivo, de las mañanas sin soles, sin nubes, sin aves rasgando el aire y la quietud?
Sobrevivir a nuestra propia desidia, a nuestra siempre certera noche negra.
Deberíamos valorar los pequeños espacios de luz y de calor que logramos generar en solitario, como un triunfo sobre nosotros mismos, sobre nosotros destinados a ser algo más que nosotros mismos, un reflejo, la reinterpretación de aquellos que dejan su huella al rozarnos la vida y la piel.

9.1.11


Así, de pronto, todo se derrumbó,

igual que un decorado.

Veloces relámpagos dibujaron mi alma,

se agrietaron mis labios,

y mis ojos se vistieron de luto.

Después, el silencio se adueñó del planeta.

Así, caminando en el aire

me robé lo que pude,

lo coloqué en mi vientre

y me quedé despierta

hasta que amaneció.

Luisa C. D´Stefano